¡Yo decidí!

Me desperté extrañamente MUY temprano para un 16 de mayo electoral, sobresaltado supongo que con pesadillas (¡una de ellas incluía a mi ex-cuñada dándome un abrazo!). Ya amanecía. Me paré de la cama y luego del aseo matutino, algo me dijo que saliera a ver cómo estaba el ambiente. Eran justamente las 6 de la mañana. Di una vuelta por varios colegios electorales que conozco por mi zona. Todo demasiado tranquilo y no había fila en ninguno, lo cual me sorprendió bastante. Es cierto que era la primera vez en mis 22 años de ejercicio electoral que recorría recintos de votación tan temprano, pero aún así me pareció algo atípico. Decido ir a votar y encuentro la calle llena de autos y un par de doñas saliendo con su dedo color vino.

Me parqueo y empiezo a caminar. Siempre me provoca una grata impresión ver personas salir del recinto electoral con su cara de “yo he cumplido con mi deber” y me detuve unos minutos en la acera de enfrente. Me dije “entraré cuando vea salir 10 personas”. A veces hago eso, no sé por qué: Pauso para hacer algo y en vez de trazarme un plazo en tiempo, elijo un plazo en eventos. Pasaron seis minutos cuando salió la décima persona con su índice derecho entintado. Me pareció una buena frecuencia, sobre todo contando con que no había filas ni molote. Decido entrar y ubico mi mesa electoral, en el segundo piso del Colegio Santa Bárbara (me encontré ilógico que este año las mesas de votación estuvieran en la planta alta, pues es un obstáculo para los discapacitados o personas con problemas motrices). Uno de los vocales está afuera. Le pregunto que si puedo entrar. Examina mi cédula y mira que dentro hay dos personas en fila. “Pase”.

Hay tres podiums para votar, separados como a dos metros uno de otro. En medio del aula veo una pequeña urna dentro de la que ya se encuentran unos diez votos. Alineados contra la pared y sentados en butacas escolares hay delegados del PLD, PRD, PRSC, PRSD y dos más que no pude identificar. Los miembros oficiales de la JCE están en una sola mesa larga. Todos lucen frescos como lechugas (y no Milton Cordero). Ya al mediodía estarán con cara de aburrimiento tal como los veo usualmente pues siempre había votado entre 3 y 5 de la tarde. Entrego mi cédula a la segunda vocal que vocea mi nombre completo (incluyendo el jodío “Nicanor”, la primera herencia que no quise de mi padre). El delegado del PRSD tiene ínfulas de Google y anuncia con rapidez “posición 262”. Los demás delegados y el presidente de la mesa, segundos después, confirman repitiendo “262”. Me dan mi boleta, la cual me luce más pequeña que lo usual. La examino y verifico que esté firmada y sellada. Me dan un marcador negro y me dirijo al podium más cercano. Pongo mi boleta y rápidamente cuento cuántos Leoneles veo. Son 12. Los Migueles son 4. Hay 2 Eduardos. Los demás creo que sólo salen una vez. En total hay 22 cuadritos, si no recuerdo mal.

Tan temprano como en 1990, yo me había sentido frustrado con los partidos políticos de la República Dominicana. Aún con bastante juventud ya me asqueaba el putrefacto hedor a corrupción que rodeaba todos los colores del sistema. Sospechaba, como el tiempo me ha dado la razón, que todos los políticos tradicionales, para llegar donde estaban, tenían que vender sus ideales por puros que fuesen, a manos de un clientelismo rampante que se volvía el más pesado lastre ante cualquier buena iniciativa. Me decepcioné con las suciedades de que son capaces los que dizque quieren gobernarme, con tal de descalificar al contrario. En 1990, pues, decidí que no creería en nadie.

Nunca he dejado de votar. He ido a todos los torneos y ejercido mi voto con responsabilidad. Sin embargo, yo había votado siempre en protesta, prisionero en un corto abanico de opciones fétidas, desde 1990 siempre me expresé en contra de todos. Sí, por inútil e ilógico que suene, yo voluntariamente abracé el voto nulo como mi manera de protestar.

Pero este 16 de mayo, cuando miraba mi boleta electoral preñada de Leoneles, Migueles, Amables y Eduardos, contrario a mi convicción y costumbre, esta vez no voté en protesta. Con cuidado marqué un solo recuadro. Esta vez, por primera vez, yo voté en esperanza y positivamente. Sé que el hombre que recibió mi voto no será electo presidente el día de hoy. Aún así, por primera vez en toda mi vida, me sentí plenamente satisfecho. Venía acariciando esa idea desde hacía un mes, pensando si realmente valdría la pena, y ayer en la mañana, luego de un proceso de meditación que incluyó analizar sus palabras y sus hechos, leer una reflexión sobre votar con la conciencia aún a sabiendas de que la conciencia pueda preferir a un candidato sin posibilidades de triunfo, y un artículo en el blog de Alexéi Tellerías, decidí que me lanzaría y creería en alguien.

Y en mi podium, desprecié a los Leoneles, a los Migueles, a los Amables, a los Eduardos y voté por uno que no será presidente este año: Guillermo Moreno, y de inmediato hice un pacto con él. Sé que no ganará pero lo estaré vigilando, estaré pendiente de sus actos durante estos cuatro años próximos, y le repetiré mi voto en el 2012 si se mantiene en el margen de la esperanza de que sea realmente el hombre que he llamado con mis votos nulos desde 1990.

1 Comment ¡Yo decidí!

  1. Darío

    Y que conste en acta, el pasado 20 de mayo, repetí la acción. Guillermo Moreno fue el candidato que recibió mi voto. Sigo vigilando y esperando. De 18mil votos en el 2008, pasamos a 62mil. El 2016 deberá quintuplicar esa cifra.

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