Todos tenemos dos vidas. La segunda empieza cuando nos damos cuenta que solo tenemos una”.
Confucio
Hace poco, esta frase (atribuída al inventor de la confusión) me revisitó luego de muchos años. Es una idea simple, quizás demasiado, pero la verdad que encierra es mucho más trascendente que lo que estamos dispuestos a confesar. Es odioso pensar en la contundente inevitabilidad de la muerte, pues después de todo, “la mía está muy lejos”. Breaking News: No lo está.
Supongo que nadie quiere morir. Fuera de la endeble esperanza que puedan tener los creyentes y religiosos de extender sus días más allá de lo físico, enfrentar la muerte debe ser un momento sobrecogedor. Sin embargo, es algo que absolutamente todos experimentaremos. Dentro de muchos años o en los próximos 5 minutos. Siendo una realidad tan universal, asombra lo poco que pensamos en ese momento.
Se siente pesado bien cumplir 54
Se cumplen hoy 54 años de aquel jueves de finales de los ’60 cuando el mundo parecía ser un sancocho de rock con cohetes y guerra fría. Y me encuentro con que el mundo aún es un sancocho donde la guerra sigue presente, los cohetes apuntan a nuevos mundos y el rock… bueno, ese sí que está tristemente relegado. El mundo cambia la carátula, pero muchas cosas simplemente permanecen iguales.
A pesar de que no estoy en mi peor forma física, puedo ya sentir que mi cuerpo no responde como antes. Mi resistencia va menguando, mi agilidad y mis reflejos ya no son los de un veinteañero. Yo amo mis hebras de plata, pero no dejan de ser un recordatorio de que los años pasan, pesan y pisan. Alberto Cortez lo cantó de manera magistral.
No obstante la incuestionabilidad de mis años, me siento repleto de vida. Estoy lleno de planes e intenciones, he estado haciendo cambios necesarios para mejorar mi salud y condición física, mantenerme intelectualmente activo y procurando disfrutar mis momentos como lo que son, momentos pasajeros.
Cuando ya no esté
Por lúgubre que parezca, desde muy joven he pensado en la muerte. No como el suicida, sino como quien quisiera saber qué pasará cuando ya no pueda saber qué pasará. ¿Seré extrañado? ¿Me llorarán mi familia, mis amigos? ¿Asaltaré sus memorias con alguna frase, con recuerdos aleatorios? Supongo que sí, porque yo extraño a muchas personas y mis más gruesas lágrimas han sido sobre ataúdes. No pasa un día sin que recuerde a mi padre, a Chachi o a mis tíos y primos ya fallecidos, a amistades entrañables como Ashley Gil y Kenia Gómez.
Creo en que la vida se trata de dejar huellas. Muchas huellas, hondas huellas, para que cuando ya no esté, quienes quieran recordarme puedan verlas y, quizás, poner sus propias huellas sobre las mías. Y ahí la frase de Confucio que encabeza esta limonada encaja a perfección. Cuando entendemos que nuestro tiempo es corto y prestado, nos forzamos a querer ser mejores.
Siento agradecimiento, a la misma vez que alguna cuota de ansiedad. Lo primero porque sin dudas he tenido buena fortuna en mi vida. Lleno de problemas y retos como cualquier persona, he tenido la entereza de sobrevivir y echar p’alante. Lo segundo, pues porque son 54 años. Por mucho que avance la medicina y por buenos que sean los genes de ambos lados de mi familia (que lo son) es seguro que ya pasé de la mitad. ¿Qué me deparan mis días porvenir? No lo sé, y tampoco quisiera saberlo. Felizmente, la ansiedad por el futuro nunca me ha quitado el sueño. Es solo un molestoso aguijón que de vez en cuando punza mi sonrisa, pero que he aprendido a acallar porque me distrae demasiado de disfrutar mi presente y seguir preparando mis planes a futuro.
Japiberfdei
Hoy cumplo 54 años (y, de paso, este blog cumple 14). Haciendo uso de mi humilde sabinismo, suelo decir que cumplo cuarenticatorce. Mi vida (la segunda de la que habla Confucio) no sé cuándo empezó, pero ciertamente en algún punto de mi mediana edad me di cuenta de que se camina más ligero cuando menos equipaje inútil llevas. Rencores, malas querencias, listas negras llenas de “personas que no soporto” solo consiguen pesar de más en la mochila que llevo a mi espalda, la que ya dije que resiste menos. “La vida es realmente simple, pero insistimos en complicarla” habría dicho el mismo chinito que mencioné antes.
No me precio de ejemplo de tolerancia ni perdón, aunque me alegro comprobar que me va mejor sin recordar malos tratos y dejando pasar agravios. Ya lo he dicho, la vida es muy corta para andar clavando agujas en muñecos vudú que al final solo a nosotros nos importan. Demasiadas cosas realmente importantes merecen más atención que llevar un almanaque de ofensas para cobrar venganza o evadir encuentros.
Algunos deseos
Espero ver nietos (bisnietos sería forzar el mingo “un poquito demasiado”). Quiero ser productivo tanto como pueda, quizás en otros oficios pero siempre del lado de la creatividad práctica de la tecnología y la ciencia de datos. Quisiera algún día irme a un campo, un rancho muy lejos de las luces de la ciudad, comprar un telescopio enorme como Márohu y poder por las noches maravillarme del cosmos.
Tengo planes para ver los eclipses totales de sol de Texas 2024, Islandia 2026, Egipto 2027, Sidney 2028 y Sudáfrica 2030, y quizás algunos más en los años siguientes. Es más, he dicho que después del eclipse nacional de Montecristi-San Cristóbal de agosto de 2045, ya me sentiré pago.
Pero… ¿y si no llego a ver cumplirse mis deseos? Por buena que sea mi salud y por mucho que me cuide de no meterme en líos con trogloditas, mi viejo susurra en mi oído su frase aterrizante: “pa’ morirse basta con estar vivo”. Muchas veces, he visto a la gente decir que este tipo de escritos “azaran”, que ponerse de filósofo a pensar en la muerte solo la atrae. El determinismo no es mi fuerte, pero soy menos fan de las “fábulas azarativas”. Al final, uno se muere cuando le toca y precisamente por eso hay que aprender a vivir “la segunda vida” lo más pronto posible.
Así que volviendo al “inventor de la confusión”, mi mayor deseo es que mi segunda vida sea mucho mejor cada día, que a pesar de las estrecheces y los malsabores de vivir donde vivimos y hacer lo que hacemos, pueda yo (y puedan también ustedes) sentirse contentos con la forma en que llevamos los días. Vivir sin arrepentimientos, esa es la única manera de hacerlo bien.
La vida está hecha de “porta’mí!”.
Bravo. No hay más que agregar
Grax Rocío!
Estoy ahí mismo, en la misma etapa pero tú lo expresas mejor de lo que yo podría. Un abrazo
Yo te llevo pila de años a ti. No seas igualada! Jajajaajaja
Salud y larga vida, amigo. Que veas cumplirse y disfrutes cada uno de tus deseos y eclipses.
Que así sea, mi querida amiga. Salud para ti también!
Aunque vi que fue ayer, ¡Muchas felicidades Darío! Me encantó el post y ésa me gusta, la adoptaré “cuarenticatorce”. Cuánto tengo por leer de 40 Limones, que al igual que mi correo lo tenía olvidado, y me encanta cómo escribes. ya debe estar grandísima la bebé Isabella. ¡Bendiciones y Feliz día!
Jajaja, está grande y muy amorosa. Pretendo volver a escribir, ojalá que al menos una vez a la semana. Escribir a mi me sirve de válvula, pero a la vez me consume mucho tiempo. Es una linda paradoja.
Yo no lo hubiera definido mejor, 51 por aqui y pienso en casi todo igualito a ti! hahahahahaha. Gracias por existir, gurú del YNAB! Le doy mucha gracias a Dios porque existes.
Whoa, gracias Rosa Inés! Un lujo poder ayudar.