Conocí a Tomás de Santis trabajando en AdVentures. Como todo buen publicista, me di cuenta muy pronto de que Tomás es un tipo excéntrico. No pretendo enumerar las diversas ocasiones en las que escuché a Tomás decir o hacer algo que me provocara un rostro de WTF? Baste decir que fueron muchas.
Casi de inmediato supe que Tomás es lo que en inglés se conoce como “a dog person“. En muchas ocasiones, relataba alguna historia relacionada con los caninos… pero lo que realmente me resultó llamativo es que Tomás hablaba de perros de la calle, los denominados realengos, perros olvidados, maltratados, desnutridos.
Un día nos contó que tenía 44 perros en su casa. 44 viralatas, recogidos en las calles, rechazados, enfermos… y que todos ellos lo acompañaban y lo adoraban cuando regresaba a casa. Un día un ladrón se metió a robar y ni les tengo que contar lo que pasó. Tomás los conoce por nombre y sabe lo que necesitan con sólo mirarlos. En otra ocasión casi muere de rabia cuando unos desalmados pintaron un perro con uno de los colores de moda en el torneo electoral. La foto, que da fe del abuso, se convirtió en un estandarte de lucha para Tomás y créanme, desde ese día veo con más condescendencia a esos animales que esconden tras sus míseras osamentas más dignidad que muchos seres humanos.
En un mundo lleno de mezquindad y egoísmo, Tomás resalta como el supermán de esas criaturas que muchos consideran un estorbo, que las envenenan, que las apedrean, que las ponen a malpasar. Si los perros tuvieran religión, creo que “Santo Tomás” sería el patrón de todos ellos.
Y resulta que ahora Tomás quiere hacer un milagro. Desea mudar su refugio de viralatas a un lugar mejor. Tiene una oferta para irse a Constanza con su jauría, pero necesita ayuda para pagar el acuerdo. ¿Se animan a ver el proyecto? Mejor aún, a que sí pueden dar unos pesos para ayudar al proyecto. Si alguna vez han querido ayudar a algo absolutamente bien intencionado y profundamente positivo, algo en lo cual nadie piensa, creo que esta es una excelente oportunidad.
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