La comunicación [con nuestros hijos] no depende de la tecnología, sino de nosotros mismos. No se trata de “cambiar” la manera de comunicarnos porque ahora tenemos un Blackberry o una cuenta en Facebook, sino que hemos de asegurar que el flujo de comunicación se mantenga sin que importe el medio o la herramienta que utilicemos para llevar a cabo la saludable y necesaria comunicación.
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