Ninguna persona tiene la verdad absoluta en sus manos cuando abre la Biblia, el Corán, la Veda del hinduismo… los folletos de Profamilia, una bandera de arcoíris o un blog que se llame como una canción de 1996. Lo que cualquiera de nosotros tiene cuando lee o interpreta algo es una opinión. Simple, vulgar y silvestre, ni menos ni más que la que tiene la persona de al lado.
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