Cada padre y madre sobre este planeta, en el momento en que adquiere esa responsabilidad, también adquiere algunos privilegios. Una de las más exquisitas ventajas de ser padre, creo yo, es el derecho que me asiste a “echar vainas” con lo hermosas que son mis hijas, esa desenfadada actitud de gloriarme en ellas y poder auparlas con pleno derecho a sentirme orgulloso de ellas, de ambas.
Así, haciendo uso de las facultades que me confiere mi segunda paternidad, me abrogo el derecho de sentirme dichoso por ser el padre de Isabella y de verla feliz y plena celebrando su primer año de vida. Ha sido un año lleno de momentos memorables, de chulerías y de bendiciones (esta limonada es un paseo por el año completo). Una que otra preocupación también, un desorden aquí y allá, pero el balance de las alegrías sobrepasa por mucho el de las malas noches y los momentos en los que las fuerzas me faltaron.
El pasado sábado celebramos el primer cumpleaños de Isabella y aunque hay sopotocientas fotografías, quise eternizar una sola en este post (luego, con más tiempo, quizás añada una galería más completa). Creo que esta foto define todo, el cumpleaños, la alegría y la vida misma de Isabella.
Puras sonrisas en todas partes, todos pendientes de ella y ella… ¡pendiente de su hermoso bizcocho!