Hoy quiero compartir una historia de esas que me producen una alegría multifacética que no se borra fácilmente. Como muchos, me hice amigo por Twitter de una chica muy chévere llamada Katarzyna Schubert. Ella estuvo entre nosotros por varios años y aprendió a convivir en medio de nuestros apagones, tapones e interminables incomprensiones. Una mujer joven varada a voluntad en un paraíso de contrastes. Hija del primer mundo que vino a nuestras playas de vacaciones y terminó enamorándose de lo que somos.

Por diversas razones, el enamoramiento de Katarzyna terminó apagándose a golpe de desencanto, atrapada en nostalgias y legítimos deseos de progreso personal. Por eso, el verano pasado, mi querida “Alemania” decidió recoger sus cosas, despedirse de sus amigos y regresar a casa. Me parte el alma cuando veo partir a alguien que nos quiso, máxime cuando las razones para su partida tienen que ver con el atraso cultural, económico y político en que nos tienen sumidos los gobiernos y nuestra maldita haraganería. Pero la aplaudí y aún la aplaudo. Ya quisiera irme yo también, pero supongo que mis raíces son más hondas y bastante más difíciles de trasplantar.

En agosto por fin conocí a la hermosa rubia que aún habla el español con acento aunque domina el “tigueraje” que aquí hace falta para sobrevivir. Junto algunas amigas nos reunimos e intercambiamos parabienes en una noche chula que atesoro. Y poco después ya mi amiga estaba en Alemania, a 16 grados Celsius en pleno verano.

Hemos mantenido el contacto. Sigue tuiteando, muchas veces en español, algunas en inglés y ocasionalmente en alguna cosa rara que asumo será alemán. La sospecho aún enamorada de nosotros, atenuadas nuestras carencias y atrasos por la benévola distancia que la hace añorar, de vez en cuando, un picapollo con chowfan, un aguacate, la bachata y el mangú, y, por supuesto, el verdadero sol.

Y aquí es cuando sucedió la historia que quiero compartirles.

El 7 de noviembre, desde la ya fría Alemania, Katarzyna escribió un dramático pedido. “Mándenme sol por UPS, ¡mucho sol!”. Por supuesto, el sol que pedía no era el tenue y tímido que ve desde allá, sino el sol SOL, el que pica, el que escuece, el que realmente quema por fuera y por dentro, ese que a veces odiamos pero que de inmediato extrañamos cuando nos falta. Ese sol era el que quería Katarzyna.

Mándenme sol por UPS

Mándenme sol por UPS

Hoy temprano mi amiga recibió en su correo justamente su deseo cumplido. Y yo feliz de ser el instrumento para ello. Como estoy promoviendo la red social Postcrossing en la República Dominicana, le ofrecí a Katarzyna enviarle una postal directa (fuera del sistema).

¿Cuál fue? Yo elegí una escena que la hiciera recordar la parte buena de lo que somos, la que sin saberlo, haría realidad, de la manera más literal posible, su deseo de apenas dos días atrás.

Un deseo hecho realidad

Un deseo hecho realidad

Así, sin querer, hoy ocurrió uno de esos pequeños milagros que una simple postal produce cuando llega sin esperar a tu puerta. ¿No les gustaría recibir postales así? Aprovecho para contarles que junto a varios amigos estoy iniciando un nuevo blog llamado Postaleando.com en el que compartimos las postales que nos llegan y las historias que envuelven. Harían bien en suscribirse al blog y más bien en unirse a este hermoso hobby que como dije una vez, es educativo, cultural, bien económico y repleto de satisfacciones.

2 Comments La postal que cumplió un deseo

Deja un limón acá