Soy informático y mercadólogo. NO soy psicólogo y no cuento con la experiencia académica ni con la práctica profesional que debe tener cualquiera de ellos. Admiro mucho la psicología al punto que es una de esas profesiones que todavía hoy me encantaría estudiar.

Sin embargo, tengo serios problemas con los planteamientos de algunos psicólogos modernos que abordan la disciplina de los hijos. Hace poco paseaba por la prensa local tratando de encontrar algo digno de leer cuando me encontré con este artículo: Dar ‘pelas’ no es disciplinar. Lo leí dos veces procurando tener el cuidado de activamente entender su mensaje.

Y no pude.

Disciplinar a los hijos es un tema ampliamente controversial. Existen opiniones muy bien fundamentadas en todas direcciones, incluyendo la de las famosas pelas. La corriente psicológica moderna más arraigada (y una que ha venido calando en República Dominicana) afirma que los padres jamás debemos propinar una pela a nuestros hijos, bajo ningún concepto.

Yo creo que el castigo físico a un hijo tiene un espacio dentro de eso que llamamos disciplina. Creo que las llamadas “pelas” han demostrado ser un excelente método de disciplina, siempre que sean administradas con el mismo cuidado y madurez emocional con que se debe administrar cualquier castigo o imponerse toda sanción. La mayoría de nosotros, los adultos de hoy, tuvimos padres que nos dieron pelas y creo que nadie puede decir que fruto de esos fuetazos salimos delincuentes o manipulables.

La pela no es diferente a ningún otro tipo de herramienta dentro del catálogo disciplinario con que los buenos padres contamos para levantar a nuestros hijos derechos y respetuosos. La pela no solamente es beneficiosa cuando se sabe administrar sino que yo creo que tiene virtudes que no tienen los demás métodos de disciplina que existen.

¿Qué es la pela?

No, por Dios, no me refiero a la famosa pastillita.

Ciertos psicólogos de estos días alegan que el castigo físico es una disciplina ante malcriadezas que no han sido físicas y que por tanto es algo así como exigir manzanas cuando se han robado peras. Rafaela Burgos, la psicóloga del artículo, afirma que el castigo físico puede afectar el desarrollo emocional de los niños y acarrear serios problemas en su desenvolvimiento social. Tan lejos ha llegado el “cuco” de los daños de la pela que han habido casos de niños llamando al teléfono de emergencias para acusar a sus padres de maltrato físico (algo tan inocuo como dos correazos), sólo para ver llegar rápidamente a la policía y una ambulancia a su casa, a atender al “torturado” menor.

Yo, el informático y mercadólogo padre de una jovencita de 11 años, piensa que todo eso es una enorme exageración.

El artículo del Listín Diario comete la ligereza de echar en el mismo saco la pela y una serie de “castigos” que son claramente violencia doméstica e infantil, como “los golpes, los empujones y las sanciones físicas severas”. Habla de castigos como colocar un niño largas horas en el sol o arrodillado en un guayo, así como golpearlo en la cabeza. Todos estos “castigos” son a todas luces barbaridades que solamente un padre abusador podría ser capaz de considerar. Y NO es de eso que yo estoy hablando.

Una pela no es más que una consecuencia racional de los padres ante las acciones irracionales de los hijos. Lo mismo que mandarlo a su cuarto de castigo, prohibirle el uso de la televisión o el iPad por determinado tiempo o negarle el permiso a ir a un paseo o a cierto juguete que el menor deseaba. La pela es un castigo que conlleva un dolor razonable ante un acto de indisciplina que lo amerite. Los demás castigos no físicos también deben provocar un cierto grado de dolor (soledad, privación), porque de lo contrario deja de ser un castigo y la disciplina se convierte en un relajo.

No creo que sea cierto que la pela traumatice a los hijos o que les afecte su autoestima ni los predisponga a ser víctimas de bullying o acoso sexual. Con todo respeto, pienso que esa conexión está fuera de toda lógica.

La dosis es la clave

A cualquiera que esté escandalizado con esta limonada hasta aquí, me permito darle a conocer un par de datos que podrían serle útiles.

Una mujer en Nueva Zelanda bebía dos galones de Coca Cola al día y terminó muriendo por una sobredosis de azúcar y otros químicos.

Un hombre en Estados Unidos encontró la muerte a causa de ejercitarse demasiado.

Por si hace falta explicar la relación entre los ejemplos y el tema de esta limonada, la clave para utilizar la pela correctamente es la dosis. Primero, la intensidad, luego la frecuencia.

Cuando un menor se gana una pela, la misma no puede jamás asemejarse a un casting para La Pasión del Cristo. Los padres siempre vamos a tener más vigor y fortaleza que un niño o una niña, y ajustar un correazo con fuerza de adulto en sus muslos es claramente una exageración. Peor si lo mismo se hace una gran cantidad de veces en poco tiempo. Esos adultos están fuera de control y quien llega al punto de castigar con intensidad adulta a un menor, fracasó como padre.

Lo segundo es la frecuencia con que se recurre a un castigo físico de este tipo. Los niños son los seres más adaptables del planeta y cuando los castigos (de cualquier tipo) se hacen repetitivos o se asignan por cualquier infracción, simplemente se vuelven improductivos. Un niño que constantemente sea castigado con una pela, simplemente se hará inmune a ella. Una pela no debe otorgarse ligeramente, no puede ser el primer recurso del “arsenal disciplinario” de ningún padre o madre, y quien llega al punto de dar pelas por cualquier cosa y de primera opción, también fracasó como padre.

Las consecuencias de una pela

Como dije antes, entiendo que una pela tiene virtudes que no tienen otras disciplinas. Los psicólogos, especialmente en los Estados Unidos, la han satanizado pero sigo pensando que hay una amplia diferencia entre una pela y un abuso físico sistemático, que es lo que ellos suelen tipificar. Vuelvo a los ejemplos.

Se ha demostrado inequívocamente que fumar es una actividad que está relacionada con diversos tipos de cáncer. Sin embargo, si a usted le dicen que por haberse fumado una cajetilla de cigarrillos en su adolescencia (sin que haya vuelto a fumar) está condenado a morir de cáncer, apuesto que se va a reír.

Toda persona que haya disfrutado de un baño en piscina pública alguna vez habrá sentido deseos de… bueno, de eso, de orinar. Más frecuentemente de lo que estoy dispuesto a admitir me he dicho “qué carajo, el cloro to’ lo mata” y si usted es sincero ahora mismo debe estar recordando esa sensación de cálida libertad y esa sonrisita de “si ustedes supieran” que se dibuja en el rostro. ¿Alguien alguna vez salió protestando por los altos índices de orines en la piscina?

¿Qué quiero decir? Que basado en la estadística y la razón, estoy dispuesto a dudar categóricamente que un niño o niña que sea disciplinado con una pela en dosis correcta, sin que sea un castigo recurrente ni abusivo, llegue a desarrollar problemas en su adultez. Enlazar las pelas con el abanico de desórdenes psicológicos que hoy se diagnostican, es un atrevimiento que me parece halado por los moños (y no estoy sugiriendo que halar por los moños sea un castigo correcto).

La pela correcta

Yo, el informático y mercadólogo, he tenido que propinarle dos pelas a Vielka a lo largo de su vida. Ambas veces ha sido por temas de indisciplina, y ambas ocurrieron entre los 4 y los 6 años. Luego de la segunda, no he tenido necesidad de recurrir a ese tipo de castigo.

Estoy consciente de que mi hija es “un angelito” comparada con una caterva de niños que veo a diario, que no respetan límites, que no tienen freno en sus juegos, que no obedecen instrucciones reiteradas, que son capaces de una cantidad de insolencias que jamás presencié en mi niñez. Pero si de algo sirve, y sin pretender ser un experto en estos temas, me atrevo a compartir mi metodología de dar pelas. No creo que sea un método perfecto, pues estas cosas suelen ser diferente con cada hijo.

Lo primero es que la pela no puede ser el primer recurso disciplinario. Para llegar a sus pelas, Vielka necesitó desoir varias advertencias, incluyendo lo que yo llamaría “environment shutdown” (detenerla y hacer que se enfoque sola y únicamente en mi voz y en la advertencia de que mantener la desobediencia podría incluir una pela) y en la segunda ocasión un aislamiento temporal de los primos.

Lo segundo es ponerle freno al accionar de manera tajante pero jamás avergonzante. En esa segunda ocasión, Vielka estaba correteando e incitando a los primitos a lo mismo. Como líder de la turba, no quería castigarla en frente de nadie, por lo que cuando finalmente rompieron un candelabro de mi madre, y ella se sabía metida en un lío, la llamé aparte (sin gritarle pero con una firmeza que no admite titubeos). Le pregunté qué había pasado, le pedí que me recordara qué le había advertido y finalmente le dije que esa desobediencia merecía un castigo, a lo que ella, ya sollozando, asintió. La llevé a su habitación y le apliqué dos correazos en los muslos suficientemente fuertes para que los notara pero que no perduraran.

Lo tercero es que luego de calmar a las dos fierecillas menores que ella y darle tiempo de que mi hija meditara en su castigo, fui a la habitación y volvimos a hablar. Le pregunté cómo se sentía: “bi(hip)en pa(hip)pi” respondió entre jipíos. Reafirmé mi amor por ella y lo mucho que lamentaba haber tenido que darle su pela por su desobediencia. Tuvimos un momento de abrazos y le di tiempo para descansar un poco y luego salió. Jamás se ha roto nada más por cosas similares.

Los beneficios de una pela

La pela, como cualquier otra forma de disciplina, tiene que perseguir un objetivo didáctico. Tiene que haber aprendizaje. ¿Se aprende con una pela? Yo pienso que sí.

Un niño corregido con una pela debe aprender que sus acciones pueden tener consecuencias físicas. Una nalgada no es igual a lo que podría sufrir en la calle si luego comete algún delito, pero el símil se establece. La vida es más dura que quitarte un juguete cuando cometes una infracción. Las acciones tienen consecuencias. Que alguna vez sea una nalgada prepara más a la vida real que otros castigos más diplomáticos.

Una pela no debe fomentar miedo, sino respeto a nuestra autoridad. Que un niño obedezca por miedo a una pela no es correcto, pero que sepa que su padre tiene potestad de aplicarle su buen par de nalgadas es un recordatorio efectivo. La clave es que la autoridad debe ser explicada, debe racionalizarse al lenguaje del niño. La autoridad no se impone a la fuerza, pero siempre debe saberse que el uso de la disciplina física es un recurso viable.

Niños incontrolables

La cultura de no dar pelas, en mi opinión de ingeniero y mercadólogo, está haciendo daño a nuestros hijos. Esa camada de niños jamás disciplinados con pelas están adoleciendo además de muchas otras deficiencias. Cada vez más estamos viendo niños que no conocen límites, que no saben comedirse, que no respetan a sus padres (ni a ningún mayor) por las buenas. Padres y madres que no pueden ejercer dominio sobre sus tornados infantiles y a los que nada les está impedido. Cuando estos niños sin fronteras se hagan adultos, ¿sabrán lidiar con las consecuencias de sus acciones si los castigos que han recibido se han limitado a palabras?

Yo creo que hoy día los niños indisciplinados, que jamás han sabido a qué duele una varita de guayaba, son los que están más propensos a desarrollar deficiencias psicológicas, pues desde niños han disfrutado una “libertad de hacer” que no es saludable. Yo creo en la negociación con los niños (Vielka es mi mejor ejemplo), pero a la vez pienso que un niño que nunca ha sabido que existe un castigo llamado “la pela” es el mismo que jamás imaginará que hay un castigo llamado “la cárcel”.

¿Qué merece una pela?

Bajo ningún concepto pretendo escribir una lista de infracciones como si fueran las tablas de la Ley de Moisés. Simplemente, estos son algunos ejemplos de barbaridades infantiles que, como último recurso, me harían considerar una pela como forma de disciplina.

  1. Desobediencia reiterada. Llega un punto en el que las palabras simplemente no bastan. Todo padre ha pasado por el punto en el que su hijo o hija se convierte en sordomudo y se mantiene en una actitud de desobediencia, violando una y otra vez cada reprimenda, advertencia o castigo. Cuando eso llega, hay que poner una raya y un “no más”.
  2. Cosas que pongan en peligro su vida o la de los demás. Un niño que agarre unas tijeras (así sean de juguete) y pretenda apuñalar a otro menor. Un niño que por pura maldad lance a otro a una piscina. Un niño que salga corriendo a la calle.
  3. Irrespeto flagrante a la autoridad. No quisiera que piensen que cualquier bobería califica de irrespeto, pero realmente hay ocasiones en las que los niños (sobre todo cuando ya tienen buena capacidad de raciocinio) buscan saber hasta dónde pueden llegar en su atrevimiento.

No creo que esta lista sea la mejor ni la más exhaustiva. Si usted me lee y es padre probablemente tendrá una lista diferente. Seguramente pensará que mi lista se puede resolver sin necesidad de una pela. Cuando usted tuvo su primer hijo también debe haber aprendido que cada caso es diferente, cada niño tiene un manual distinto. NO piense que mi lista es mejor o peor, es sólo “mi lista”. Lo que debe primar aquí es que los tres ejemplos son cosas extremas, que provocan una acción extrema, como último recurso.

En cualquier caso, como ya dije, luego de una pela siempre hay que mostrar simpatía con el menor, hacerlo comprender que no nos gusta dar pelas, pero que las mismas son merecidas en ocasiones determinadas.

La mejor pela

…es la que nunca se necesita dar. La que se sabe posible, pero que su sola sombra ayuda a que las cosas se calmen. Una pela combinada con conversación y razonamiento es un excelente instrumento disciplinario.

10 Comments Apología de las pelas

  1. Mike Jimenez

    Muy buen enfoque a la disciplina. ¡Ojalá y más padres comiencen a evaluar como están construyendo en sus hijos el valor del respeto.

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  2. Gia Guzmán

    No soy madre, pero soy hija y soy tía, y considero que la psicología moderna ha querido confundir disciplina con maltrato, términos que no llegan ni a sinónimos. En mi caso particular, cuando me dieron mis (merecidas) pelas, luego de ello me explicaban el motivo, motivo que estoy segura ya se me había advertido antes de darme dicha pela y creo que ahí yace un detalle importante, explicarle al infante qué acción ha desatado dicha reacción. Considero que las pelas (de acuerdo al modo en que se apliquen) trazan cierta linea de respeto (ojo, respeto, no miedo). He visto penosos casos de infantes (necios) que no se sabe quienes son los padres y quienes son los hijos, y muy al contrario quienes le dan la pela a los padres son los niños a los que hay que limpiarles las nalgas todavía. Mis abuelos usaban mucho esta frase siempre que trataban este tema: “Si quieres mucho a tu hijo, corrígelo mucho”.

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  3. Moni Hernandez

    Puedo decirte que he recibido en mi vida Solo una Pela y fue cuando tenía tres años y mordí la nariz de mi hermana (soy primeriza y ver esa nena que tomaba mi trono, no me cayó muy bien que digamos :P) y un castigo de rodillas en mi habitación fue por levantarle la voz a mi papá cuando tenía siete años. Mis hermanas recibieron sus correspondientes pelas pero no nos traumaron ni físicamente o mentalmente. Crecimos para ser estudiantes demandantes de resultados. Al final nos graduamos con honores las tres y tenemos especialidades hechas. Las Pelas no son instrumentos de violencia extrema. Son un salvaconducto para los padres conseguir el respeto que son merecedores.Ya te das cuenta que con el tiempo y donde vas, por la ausencia de autoridad y métodos disciplinarios de los padres de esta generación, los hijos no respetan a sus padres y le hablan peor que a un limpia vidrios acosador de cualquier calle de la ciudad. Muy buen post y lo comparto mas adelante. Feliz Día Darío.

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  4. Gia Guzmán

    Mi madre tiene una postura muy similar a la de este escrito, incluso la imagino leyéndolo, asintiendo con la cabeza a medida que recorre cada linea del mismo. De hecho, una de sus quejas en cuanto a este tema y las posturas modernas, es que ella considera que se quiere limitar el derecho (responsable) de que los padres corrijan a sus hijos. A veces cuando habla de este tema, pone como ejemplo a Estados Unidos, un país que limita este tipo de método correctivo, donde hay niños con ya 4 años de edad que con tono amenazante le dicen a sus padres “si me pegas te llamo la policía”, a lo que mi madre siempre dice, “no te permiten que corrijas/eduques a tu hijo, pero luego la policía te lo mata por lo que no te dejaron solventar a tiempo o te echa la culpa de en lo que se convierta ese niño, o tienes que gastarte parte del sueldo en un psicólogo “curando” los traumas que también les pudiste evitar.

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  5. maria familia

    Si pero ahora como no dan su pelita de ves en cuando esta la delincuencia arropando la humanidad, porque no hay que matarlo pero a veces necesitan su pela.Hay abusadores que lo maltratan, pero tambien hay muchacho ahora que no entienden y si tu lo dejas asi el futuro es terrible.

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  6. MEG

    Muy buen articulo, soy casi psocilogo y entiendo que muchos colegas fallan en no ver muchos elementos en su contexto social y cultural. Lo que usted exrpesa en este articulo es muy acertado. Lamentablemente no todos los padres saben correjir , con o sin “pela”. Muchos son demasiados euforicos y descargan en el infante o pre adolecente toda la ira acumulada por diferentes tipos de estres o ansiedad.( a un adolecente es mas complejo eso de los castigos, a esos cuando no llegan a esa edad disciplinados es un problema mas serio el disciplinar) .

    El castigo fisico , per se no es malo, pero deberia ser la ultima opcion. Hay castigos que si se ponen y mantienen responsablemente son mas efectivos que cualqueir pela.

    Por ejemplo , imaginate que por romper eso que le rompieron a tu madre , en vez de los 2 correazos le quitas obsolutamente la tv y/o los video juegos. Quizas te pediria que le dieras la pela y evitaria repetir el hecho para evitar ese castigo.

    El castigo fisico debe ser la ultima opcion, pero si es necesario hay que aplicarlo , siempre dejando claro por que es la pela y darla con la menor ira y pique posible.

    Usted no es psicilogo pero sabe analizar y pensar. felicidades. Muy buen articulo

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    1. lunallena

      Es signo de mediocridad y pensamiento arcaico que un “casi psicólogo” se atreva a decir que el castigo físico no es malo. Además de las consecuencias físicas y psicológicas que estas medidas puedan tener en el niño, las “pelas” son signo de que quien falla es el adulto a la hora de disciplinar, recurriendo al “recurso” de maltratar físicamente e infligir dolor desde su posición de “poder”, porque no ha sabido manejar la imagen que proyecta al niño como figura de autoridad. Por definición las pelas son consideradas abuso y aquel adulto que necesite utilizarlas para probar “quién manda”, debe revisar sus habilidades de manejar y criar un niño.

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  7. mariana

    Excelente!!!!!! de verdad!!!! Unos correazos a tiempo es mejor que lagrimas a destiempo!!! yo a mis hijas si les he aplicado sus buenas pelas, tal cual como lo dice este articulo!!! Un par de correazos bien dados en las nalgas no matan a nadie, ni traumatizan!!! Si hacerlo me hace ser mala madre, lo sere!!! Pero hay cosas que ameritan una buena dosis de correa cuando ya las palabras entran y salen de sus oidos!!!!

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