A mediados del pasado mes de febrero, un padre del Sur de Estados Unidos se hizo (demasiado) famoso al utilizar YouTube y Facebook para disciplinar severamente a Hanna, su hija adolescente. En el vídeo (que se volvió viral en cuestión de días), Tommy Jordan III explica que Hanna había desarrollado un temperamento inaceptable, adoptando actitudes que él como padre no estaba dispuesto a tolerar. Leyó una nota que la chica había publicado en su perfil de Facebook la cual tituló “A mis padres” pero con evidente mala fe, los había excluido de ver ese contenido. Claramente, estaba quejándose de sus deberes y obligaciones, siendo irrespetuosa hacia los adultos de su casa y a la vez haciéndolo a escondidas. El caso es que el padre, por casualidad, vio la nota, se sintió burlado y enfadado y tomó una drástica decisión: “asesinó” de nueve balazos la computadora de su hija.
Traigo esto a colación porque la semana pasada me encontré con otro caso en el que Facebook fue utilizado como herramienta de hacer disciplina a un menor de edad. Esta vez fue la madre, Denise Abbott, cansada de la continua desobediencia de su hija de 13 años, quien buscó la manera de aleccionarla “a-lo-2.0”. La frustrada madre tomo una fotografía de su propia hija y la editó para colocarla en la cabecera de su perfil y con un mensaje que explicaba el castigo: “No he aprendido a mantener mi (X) boca cerrada. No puedo utilizar Facebook ni mi teléfono. Por favor, pregúnteme por qué pasó esto, mi madre dice que tengo que responderle a todos los que quieran saber”
Al menos en esta ocasión no hubo balazos ni destrucción de objetos, aunque sí vuelve a hacerse presente el factor “viralidad” en un conflicto familiar y privado. A pesar de que el caso de Denise y Ava fue “menos dramático”, resulta imposible no relacionarlo con el “laptopcidio” de Tommy Jordan y su hija Hanna. Ambos son casos de crianza extrema y no puedo menos que preguntarme si estamos empezando a ver una (delicada y peligrosa) tendencia en la forma en que se ejerce la “pamaternidad” en la época de Facebook.
¿Funciona?
De acuerdo a lo reportado en ambos casos, las dos menores disciplinadas confirmaron su mala actitud, reconocieron que merecían el castigo y estuvieron de acuerdo con ello. No obstante, el “éxito” obtenido por Tommy y Denise en la corrección de sus hijas Hanna y Ava me produce una gran preocupación. Puedo comprender que las chicas se hicieron merecedoras de un castigo ejemplar y duradero, pero no creo que estos dos padres supieran realmente el poder que tendrían sus acciones. Tommy Jordan recibe decenas de mensajes con relación al ajusticiamiento de la pobre laptop, y estoy seguro que Hanna también. Ava está obligada por el castigo de su madre a contestarle a toda persona que le pregunte lo que sucedió.
Este tipo de acciones puede que tenga un impacto deseado en el corto plazo, pero estoy convencido de que más temprano que tarde, el castigo se infla hasta hacer que la ofensa cometida se vea menor que la pena. Personalmente, no le doy demasiado crédito a los testimonios de las dos chicas, donde aseguran que están conformes con el castigo. Ese trueque de actitud tan radical no se produce fácilmente en un adolescente.
Matando moscas con una bazooka
En mi opinión, tanto Tommy como Denise no lograron comprender en el rollo que se estaban metiendo. El vídeo del “laptopcidio” rebasó los 32 millones de visualizaciones y la noticia de Ava también ha tenido una fuerte difusión. Tanto ha corrido el caso de estas chicas castigadas en Facebook, que un carajo como yo, en un país como este, se ha puesto a escribir esta limonada para que usted, que tampoco tiene nada que ver con ninguno de los involucrados, lo lea.
Pienso que cuando un asunto doméstico y privado entre un padre y su hijo se ventila en una red social, todos los involucrados corren peligro. Los padres estamos llamados a ser los principales forjadores del carácter de nuestros hijos, y esa tarea recibe un duro golpe cuando una disciplina se convierte en noticia nacional y provoca que millones de personas quieran enterarse de lo que hicieron “esas malvadas”. El morbo no conoce prudencia.
Como padres, es nuestra responsabilidad proteger la privacidad y la integridad física, emocional y psicológica de nuestros hijos. Y esa protección tiene que abarcar tanto a extraños como a familiares… y hasta a nosotros mismos. Todos amamos a nuestros hijos, pero tenemos que vigilar que nuestro amor, cuidado, disciplina y corrección estén siempre dentro de margenes apropiados. Y la disciplina en Facebook, sin duda alguna, no es algo apropiado.
La penetrante luz del escrutinio público, el incesante afán de las personas de opinar (a favor o en contra) acerca de las acciones y sobre todo, la secuela psicológica que conlleva “ser famosas” porque sus padres las expusieron públicamente, me parecen todos precios demasiado altos para disciplinar a un hijo.
Los adolescentes son verdaderamente complicados. Son capaces de sacar de casillas a cualquier persona, máxime si ya recibe otro tipo de estrés de forma cotidiana. Por eso, tenemos que cuidar nuestra vara para garantizar que nunca sea mayor que el motivo que la provoca.
Tommy y Denise puede que hayan salido bien librados en sus esfuerzos por enderezar el carácter de sus hijas, pero eso no constituye ninguna garantía de que funcionará con el tercer caso parecido, ni con nosotros y nuestros hijos, ni con nadie. Estoy muy atento a las noticias sobre este tema (gracias, Google Alert) y no creo que pase mucho tienpo antes que otro padre, probablemente con menos pericia y mucho menos suerte, provoque una irreparable herida en su hijo por querer llevar una disciplina familiar a ser un contenido viral en Facebook.
Ojalá que me equivoque.
Creo, que se debe tener mucho cuidado al respecto. Ya hay casos de chicos que se suicidan en Facebook. En lo personal, no me gusta airear mis trapos sucios para que todo mundo pueda ver lo desagradables que somos. Un poco más de urbanidad no estaría mal, especialmente porque viene la pregunta del millón ¿Qué necesidad tengo de saber de la vida privada de alguien a quien ni conozco? Eso es como mínimo todo lo que podría decir al respecto sin extenderme tanto.