La justicia privada

Kaysha, segunda desde la izquierda

Kaysha, segunda desde la izquierda

Hace un par de años escribí sobre Kaisha Requena, una joven ejecutiva asesinada en un asalto en la puerta de su casa. El pasado mes de mayo, uno de los asaltantes-asesinos de Kaisha (el mentado “Cara de Beta”) fue condenado a pena máxima. No he sabido más sobre el tipo, pero recuerdo que poco después del asesinato de Kaisha, se debatió por un buen rato el tema de que la población terminaría aplicando la “justicia privada” ante estos abusos delincuenciales.

“La justicia del pueblo” han dicho más de una vez cuando los ciudadanos, hartos de tantos abusos de los delincuentes, toman la justicia en sus propias manos y atacan a los atacantes de siempre. El concepto de que el pueblo aplique la justicia sin derecho a defensa de los agresores es uno que tiene siempre muchas aristas. Está lejos de ser perfecto o ideal, probablemente un linchamiento es “más castigo” que el que merece un robo común, pero sinceramente, no puedo sentir pena cuando veo vídeos como este.

La inseguridad ciudadana no debe llevarnos a estos extremos… pero sin dudas la delincuencia que campea no nos está dejando muchas opciones. Hoy día, confiar en que la policía mantendrá a raya a los criminales y que los tribunales efectivamente aplicarán el peso de la ley sobre ellos, es muy cuesta arriba.

No apoyo los linchamientos, no porque los azarosos ladrones no los merezcan (claro que merecen eso y más), sino porque es muy fácil equivocarse. En la salsa que está arriba, estoy muy seguro de que los últimos que participaron no tenían idea de qué era lo que había pasado. Quizás bastó que alguien gritara “un ladrón, un ladrón” y le cayeron encima a los tipos. En este caso efectivamente lo eran… pero ¿qué si fuera un error?

En cualquier caso, quizás sea una buena cosa que los dominicanos dejemos de ser tan bobolongos y de vez en cuando, en circunstancias claras, aparezca un par de guapos que inicien una buena zurra, para que al menos podamos darles un susto a estos hijos de la gran p(beep)ta que nos mantienen en zozobra.

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