Hay una cierta edad en la vida de un hombre en la que cumplir años empieza a convertirse en una ceremonia prescindible y con la cual dejan de molestarnos los olvidos, las llamadas tardías y todas las convenciones sociales que acompañan a la fecha natalicia. No sé cuándo me llegó esa época (sombría y aburrida, dirían muchos) pero estoy seguro de que en el 2004 yo todavía quería ser el centro de atención, ser felicitado, que se me cantara cumpleaños y ver el asesinato a puras puñaladas de algún infeliz bizcocho de la Pastelería del Jardín o de Bondelic.
De todos mis cumpleaños, el de 2004, mi 36 es hasta el momento el más tétrico de todos los que he tenido hasta ahora. Aquel domingo me encontró en mi casa totalmente solo. Rosa, la señora que tiene toda su vida trabajando con mi familia (y conmigo actualmente), estaba de día libre y no volvería hasta el lunes. Mi hermano tenía una misión de dos años en Panamá, financiada por la AECID. Mi hija Vielka se encontraba de fin de semana en Las Terrenas, con mis padres que vivían allá para entonces.
El día amaneció totalmente encapotado. “Nada raro para un tradicional mes de mayo” habría pensado, acostumbrado a las “lluvias mayeras” en las que de niño solía bañarme con permiso de la costumbre. A media mañana empezó a llover “de verdad”. Y no paró por más de ocho intensas y brutales horas. Algo raro estaba pasando, pero meteorología no había anunciado nada (ni que hiciera falta).
La lluvia fue tan violenta que derribó una rama cercana, la cual se llevó consigo algunos cables y adiós a la televisión. Poco después un transformador explotó y se fue la luz. Sin planta ni inversor, y con tal furia climática, parecía de noche y apenas era mediodía.
Pero de todas maneras, ¡era mi cumpleaños! Esperaba estar “cundío” de llamadas, correos electrónicos y minimensajes, pero no era así. La conjugación del clima, ser domingo y la ausencia circunstancial de mi familia pronto me hizo pensar que estaba más solo de un diputado serio. Cuando menos unos pocos sí llamaron (mención especial a Sarah Argomániz Tejeda, que no se le olvida casi nada).
Decidí que si mis amigos no me celebraban el cumpleaños, igual lo haría yo solo. Envalentonado, abordé mi auto y me puse en marcha. Llovía con verdadera rabia y la visibilidad se medía en pulgadas en lugar de metros. ¡Genial idea! No era solamente la furia del aguacero vigente, sino que ya había caído tanta agua que las calles eran auténticos ríos urbanos. Bastó llegar a la esquina para que el caudal, que bajaba adornado con cantidades asombrosas de basura y zafacones, ahogara mi improvisado bote.
Intenté sacar una llamada y fue inútil. Probablemente eso explicaba por qué tan pocas personas habían conseguido felicitarme, pero también indicaba que iba a tener que resolver yo solo. Abrí la puerta y entró medio Río Haina al carro. No había nadie cerca a quien pedirle ayuda, así que luchando contracorriente, logré regresar a mi parqueo, vuelto una sopa y sin haber cruzado palabra con ningún humano por horas.
Me resigné a pasar mi cumpleaños 36 en perfecta soledad y a pesar de lo patético que pueda sonar, me hice un “bizcocho” de galleticas de soda con mayonesa y canté “Celeeeeebro mi cumpleaños” dando un toque positivo al natalicio más gris que he tenido, y con plena convicción de que Robinson Crusoe habría hecho exactamente lo mismo. No recuerdo una ocasión en que fuera más cierto aquello de “al mal tiempo, buena cara”.
Y así quiero recordar el día de hoy, que marca mi cumpleaños 43. Sí, eso mismo, 43 limones he visto pasar y lo menos que puedo es agradecer y bendecir cada uno de ellos, los jugosos y los secos por igual. No estaré tan solo como aquel fatídico domingo (al día siguiente ocurrió la riada de Jimaní), pero igual quiero recibirlo con un humilde paquete de galletas de soda.
¡Felicidades, limonero!
En ese entonces no nos conocíamos, pero ahora que si, te cuento que por experiencia personal en mis cortos 18 años la mejor forma de pasar un bday es no esperando nada de nadie y pasarla bien, al final de cuentas quien debe de darle gracias a la vida eres tu y nadie mas por un nuevo año de vida. A ti no hay que decirte que vivas, porque con 43 ya lo has hecho.
Aplaudo tu pastel de galletas de soda 😛
¡Feliz cumpleaños! Que todo lo bueno llegue a tu vida y que seas feliz en todo lo que hagas. TQM, Dario.
En el 2004, yo tenía ¿cuánto eran? Ah, 17.
Te digo que yo también he tenido cumpleaños tétricos. En mi caso nunca he tenido pasteles, ni bizcochitos, ni refrescos rojos, ni globos… ni payasos, en fin na’de’sa vaina …pero siempre era un acontecimiento ponerme un bonito vestido y que me tiren fotos debajo de la mata de mango. ¿Por qué ese lugar? Bueno, eso es tema de un post.
Desde los once hasta los quince fueron años pisados de episodios negativos que pintaban a todo, menos a festejo. Guess what?! Como quiera la pasé bien. Y lo recuerdo con nostalgia.
Como dice Scarlet, lo más importante es que tú lo disfrutes, y agradezcas por la posibilidad de ver un día más de vida.
Recuerdo un cumpleaños sorpresa que me hicieron yo estaba muy linda y cuando llegue a casa sorpresa feliz cumpleaños, me puse a hablar con unos amigos y en lo que hablabamos repartieron el bizcocho y no me dieron 🙁
Que sorpresa para mi cumpleaños… desde entonces no
celebro tanto una buena botella de vino, mi comida favorita y ya