Fantasmas de mi niñez: El Marlin Azul

Rompecabezas

La bellaca maldad de los rompecabezas

Los rompecabezas son parte de mi infancia, y aunque siempre me han gustado la verdad es que tenía olvidado el juego/ejercicio de voluntariamente enfrentarse al caos para conseguir la belleza. Recientemente compré uno para armarlo con Vielka y hace poco lo terminamos. Decidí irme por lo “sencillo” y lo compré de solo 550 piezas… porque aún le temo a uno de los fantasmas de mi niñez.

La persona que me enseñó a armar rompecabezas fue mi madrina Flor. Una mujer delgaaaaada y bien eléctrica que siempre estaba en mil inventos. La recuerdo desempleada y sin pareja cuando iba a su casa contando como con 10 u 11 años.

En su casa siempre había un rompecabezas a medio talle. Yo llegaba y me unía a la labor con mucho entusiasmo (aunque admito que al rato me aburría). Madrina siempre tenía una manera de volver a involucrarme, porque uno de los secretos de armar rompecabezas es “cambiar de tema”, que se traduce en tratar de buscar ciertas piezas específicas que sabes cómo son, pero si no las encuentras y empiezas a frustrarte, es tiempo de buscar otra pieza diferente. Madrina notaba cuando empezaba a jartarme de no encontrar el piquito amarillo de un faisán y me sugería buscar la pieza “casi roja entera” que completaba una manzana.

No sé cuántos rompecabezas armamos pero en mis recuerdos fueron muchos (hay que contar con el “factor exagerativo” que da la distancia en el tiempo). Recuerdo que ella me enseñó que luego de completarlos es buena idea ponerles una fina capa de barniz transparente por encima y pegarlos de alguna pieza de cartón o plywood para conservarlos. En su casa muchos de los cuadros eran rompecabezas con escenas muy placenteras de ríos y bosques… Casi todos eran de mediano tamaño, excepto uno, enorme, que estaba en cuatro secciones guardado en un armario. Ella decía que era su principal logro: ¡Un rompecabezas de 5mil piezas!

Ella me explicó que todo rompecabezas debe ser afrontado de manera particular, pero que existen “Cinco Secretos infalibles” para completarlos. También me enseñó a identificar las zonas complicadas, que ella llamaba “La Maldad”.  ¿Qué es “la maldad”? Simplemente es la expresión malévola y bellaca de la retorcedura mental del fabricante de rompecabezas, que siempre incluye un reguero de piezas de un solo color (casi siempre más de un tercio del rompecabezas cae dentro de la categoría de maldad).

Un mal día, ella tuvo la genial idea de retarme a armar un rompecabezas “de gente grande”. Ya habíamos armado varios de 500 piezas y la ayudé con uno de mil… pero no estaba listo para bregarle a un rompecabezas de 2mil piezas, con la escena más “maldaosa” que puedo recordar: Un cielo despejado con lejanas nubecitas en el horizonte, y el mar un poco alborotado con algunos botes de pesca salpicados aquí y allá.

La Maldad de ese rompecabezas era tremenda, 2mil piezas de las cuales mucho más de la mitad eran de tono azul. El resto de ellas formaba un esplendoroso marlin (por supuesto, azul) saltando sobre el mar. La imagen era alucinante. Ya yo tenía cierta experiencia armando rompecabezas, y nomás viendo la imagen me di cuenta de que aquello era complicado. Demasiado azul de tonos consistentes y demasiado espacio por llenar… ¡y me llené de espanto!

Usualmente, el primer encuentro con un rompecabezas es divertido. Se abre la caja y se derraman todas las piezas en una superficie amplia (cuidando de que ninguna caiga al suelo). El olor de las piezas siempre resulta chocante y característico, al tiempo de que se inicia la carrera por ser el primero en juntar dos piezas.

El Primer Secreto Infalible no es tan secreto pues todos lo conocen: Hay que armar el borde. Identificamos todas las piezas del borde y las comenzamos a clasificar para completarlas. Sólo armar el borde nos tomó varios días (por supuesto, no le dedicábamos el día entero, eran unas dos horas quizás tres, ya no recuerdo). Cuando armas el borde de un rompecabezas ya te puedes imaginar la pela que te espera, pues poner en dos dimensiones todo el espacio que vas a necesitar resulta sobrecogedor cuando se trata de 2mil piezas.

No voy a detallar los demás Secretos Infalibles del arte de armar rompecabezas, pero puedo decirles que no me funcionaron con ese mamut de 2mil piezas. Y tampoco mi Madrina lo consiguió, ya que ella se olvidó del asunto por razones machomasculinas, al conocer un sujeto que me parece que no le gustaban mucho esos juegos.

Perdí contacto con mi Madrina y la verdad no sé ni siquiera dónde está viviendo (sólo sé que es en los Estados Unidos). El Marlin Azul quedó incompleto, olvidado, invencible su maldad, y falibles, por primera vez, los Cinco Secretos Infalibles, derrotados por un individuo que nunca puso una sola pieza en un rompecabezas, pero sí supo poner su pieza donde completaba el rompecabezas de mi Madrina Flor.

De todas maneras, el Marlin Azul, y sus dosmil piezas llenas de Maldad, quedaron indelebles en mi memoria, como un fantasma que nunca he podido olvidar.

1 Comment Fantasmas de mi niñez: El Marlin Azul

  1. viajes dominicana

    tengo una hermana que le encantaban el armar rompecabezas, incluso ahora ella siempre tiene en la casa, para los sobrinos y demas que se entretienen con ese jugueteo, la verdad que yo no tengo mucha paciencia con eso, pero siempre me unia a mi hermana a tratar de armar los rompecabezas, todavia perduran en casa de mi madre algunos de 2 mil y tantas piezas que armamos.

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