Perdóname, Cecilia…

Hoy 16 de febrero se cumple un año del hallazgo del cadáver de Cecilia Cubas Gusinky, secuestrada el 24 de septiembre del 2004 por un grupo paramilitar paraguayo ligado a las FARC colombianas.

Yo estuve en Paraguay en enero del pasado año y viví de cerca la angustia de todo el país por la liberación de Cecilia. Sea esta una manera leve de recordarla con mucho respeto de mi parte.

Perdóname, Cecilia…

Hace un año ya que te encontraron… hace un año ya que te rescataron, tarde para la vida, temprano para las lágrimas… Hace ya un año, Cecilia…

Nunca te conocí, ni siquiera sabía que existías… pero mientras estuve en Paraguay en enero del año pasado, tú fuiste la mujer que más me sonrió, la mujer que más me miró con esos ojos profundamente verdes, profundamente limpios. Y ya nunca te olvidé.

Un año Cecilia… Hace ya un año que regresaste al mundo de los muertos y preñaste sin querer una leyenda que no merecías, una historia que no debiste protagonizar. Objeto fuiste de manos sucias, manos injustas que arrancaron de tu alma las alegrías una por una como si de un juego se tratara. O quizás sí era un juego, y el equivocado he sido yo… posiblemente, Cecilia, posiblemente tú no fuiste más que la más verdadera de las mentiras o la más oscura de las luces, la diana más torcida o la sirena más callada que clamaba por una ayuda que nosotros, impávidos, te negamos como parte del mismo juego.

¿Qué tan culpable fue Paraguay de tu muerte? ¿Qué tan responsable fue América de que dejaras de vivir? ¿Cuánta de tu sangre pesa sobre mi conciencia, sobre este dominicano que te conoció por carteles y te prendió velas en un altar de esperanzas inútiles? A mí, desde mi galaxia personal, tan lejos de tu galaxia existencial, de tus estrellas y tus recuerdos, me parece que tengo culpa de tu muerte, porque me he callado muchas veces.

Y conmigo han sido miles de imbéciles, zánganos obedientes, que nos hemos quedado callados… que hemos permitido que los mal llamados líderes de nuestros países nos violen sistemáticamente, que nos abusen, que se burlen de nosotros vez tras vez, y además de quedarnos callados, hemos tenido la cachaza de sonreír y acudir de nuevo a votar, y volver a creer en las mismas mentiras, y abrazar a gente indigna, a gente podrida que dice que nos resolverá la vida, cuando la verdad es que ni en Paraguay ni aquí ni en parte alguna, han sido honestos.

Ay Cecilia, ¿podrás perdonarme, desde donde quiera que te encuentres? ¿Perdonarme, Ceci, por morirme de miedo ante la perspectiva de denunciar lo mal hecho? ¿Perdonarme por no exigir los más elementales controles para evitar que los supuestos gobernantes se comporten como ladrones de mi vida, en vez de ser servidores?

Cecilia, tu muerte es un circo. Ha pasado un año ya, y me he pasado un año recibiendo noticias sobre tu caso, y leyendo como las malditas leyes del Paraguay se tuercen, tanto o más que las nuestras, para suavizar o hasta descargar a personas que intelectual o materialmente te cegaron la vida. Y con la tuya, la vida de todo un pueblo… de toda una raza… hasta llegar a mí.

¿Podrás perdonarme alguna vez, Cecilia?

No te culpo si no lo haces…

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