Ayer en la noche por fin la inquieta e incansable Gibel Orsini logró materializar uno de sus más encarnizados deseos: RD Verde, la más completa revista de contenido ecológico y medioambiental de nuestro país, empezó su vida útil, que desde ya lo es inmensamente y que lo será más aún a medida que la conciencia ciudadana abrace una filosofía de respeto al entorno.

Gibel, a quien conocí en persona justamente anoche, llevaba varios años “in the making” de este proyecto que procura conquistar un nicho de lectoría muy complejo. En un país en donde la chercha y lo banal importa más que lo que realmente importa, una revista enfocada en medio ambiente, ecología y turismo interno tiene, por naturaleza, un camino difícil ante sí. Pero ella no se ha rendido y luego de tocar puertas hasta conseguir lo que buscaba, ya es una realidad.

Ojalá que Gibel empiece a movilizar los medios sociales, aliados invaluables de iniciativas como esta. Mientras tanto, únanse al fan page de la Revista y sigan su cuenta en Twitter. Estoy seguro de que pronto estarán bien activos en ella.

La revista de por sí tiene un balance muy interesante, mismo que, admito, me ha asombrado. Informaciones ligeras y didácticas, ideas y consejos de fácil realización, un afán de demostrar que podemos mostrar lo bueno que tenemos, sin dejar de alertar sobre las amenazas que descuidamos. Esta primera edición consigue lo que yo llamo el “Efecto Selecciones”, de forma que todos los contenidos llaman la atención, educan e informan. Aquí tienen un demo del proyecto:


Hasta mi artículo se ve bonito en RD Verde. Sí, porque Gibel se acercó un día a mí con una propuesta que no entendí. Me escribió para decirme que había leído mi blog, y que estaba segura de que podría escribir algo para “un proyecto que estoy desarrollando”. En resumidas cuentas, terminé relatando la experiencia que tuve con Manso Fotogrú en febrero de 2010, cuando volví a Los Haitises. En el vídeo de arriba, mi artículo sale en el segundo 0:16 Smile

Y por eso, me permito compartir ahora este relato, invitándoles a que busquen RD Verde y apoyen este proyecto, que suma y aporta por todas partes.


Los Haitises, encanto nacional

Por Darío Martínez Batlle

Toda la vida he escuchado frases que me transmiten un tremendo sentimiento de orgullo. “La República Dominicana es un paraíso”, “Estamos llenos de maravillas naturales”, “Somos un país bendecido por Dios” y muchas otras. Lo curioso es que la mayoría de las veces que escucho esas expresiones de franca admiración hacia nuestro terruño, quien las pronuncia es un turista extranjero.

Me resulta paradójico que teniendo nuestro país una extensión tan pequeña, la gran mayoría de los dominicanos jamás llega a conocer lugares icónicos de nuestra geografía. Con cariño llamamos a nuestra patria “salpicón de tierra” o hasta “media isla” (lo cual además es incorrecto pues somos dos tercios de La Hispaniola), pero la triste realidad es que por diversas razones, muchos turistas conocen mejor nuestras bellezas que nosotros mismos.

Hace unos años laboré para una empresa que se dedica a traer jóvenes de Estados Unidos, Canada, Inglaterra, Australia y otras latitudes. Por espacio de dos semanas, realizaban trabajos de labor social en comunidades de escasos recursos del país, y en las siguientes dos semanas se les recompensaba con un “Adventure Tour” que incluía más de 10 de los principales lugares turísticos que tenemos. Aún mantengo contacto con muchos de esos chicos, y siempre han señalado como maravillosa su experiencia en nuestro país. ¡Cualquiera de ellos ya es más conocedor de nuestras bellezas que el 95% de los dominicanos!

Probablemente, todo lo que nos hace falta es un plan. Eso y una pizca de determinación para llevarlo a cabo. ¿Por qué no nos proponemos, como una meta personal, conocer un Parque Nacional en este año… en este mes? ¿Será que pensamos que es algo aburrido? ¿Qué tal si les cuento que es una experiencia igualmente divertida como sobrecogedora?

¡Visitemos Los Haitises!

El Parque Nacional de Los Haitises fue creado por decreto en 1976. Es un verdadero paraíso de nuestra biodiversidad que ha sido catalogado como uno de los principales espacios de conversación con que cuentan las Antillas. Localizado en la parte norte de la Provincia de Monte Plata, dando al litoral inferior de la majestuosa Bahía de Samaná, es hogar de la más rica diversidad de flora y fauna de nuestra isla.

Los Haitises debe su nombre al vocablo taíno “haití” con el que nuestros indígenas denominaban las tierras altas o montañosas. En castellano podríamos traducir el nombre como “Los Mogotes”, para dar la idea de las decenas de formaciones cársticas que salpican el área. Al Parque Nacional se accede por dos puntos principales: Desde Sabana de la Mar, al Este del área, o desde Samaná. En todo caso se hace necesario recorrer los mogotes en bote de motor.

Existen empresas especializadas en la organización de tours a Los Haitises desde diversos puntos del país, y de igual manera es posible llegar a Sabana de la Mar o Samaná y comprar el pasaje en esas ciudades directamente.

Para los fines de añadir diversión y variedad a la experiencia, es recomendable la opción de Samaná. El placer de cruzar la Bahía de Samaná en una lancha rápida, con la opción de parar en Cayo Levantado al final del trayecto, constituyen factores de consideración.

Hace poco viajé a Los Haitises una vez más, junto a un grupo de amigos fotógrafos de “Manso Fotogrú”. Hicimos el trayecto desde Santo Domingo a Samaná saliendo a las 6 de la mañana. Para un fotógrafo, el amanecer del día es una cita insoslayable y nos detuvimos a 30 kilómetros de Sánchez a ver la luz ser parida ante nuestros ojos.

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Continuamos el recorrido y nos detuvimos nuevamente en el parador que queda justo después del último peaje. Allá nos dedicamos a fotografiar el arrozal.

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Arribamos a Samaná cerca de las 10 de la mañana y embarcamos una lancha que nos llevó a recorrer este paradisíaco espacio, no sin antes pasar un susto cuando los motores fallaron y quedamos a la deriva por cuarenta minutos. Comprobé que las principales telefónicas tienen señal en medio de la Bahía, lo que es un alivio. Resuelto el percance llegamos al Parque Nacional de Los Haitises.

Visitamos los principales puntos del Parque, haciendo fotografías durante todo el trayecto. Bastó llegar a la “Quijada de Tiburón” para sentirme satisfecho.

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A partir de entonces, nuestros guías nos llevaron a bordear diversos cayos desiertos aunque con la vegetación característica. Sin embargo, uno de ellos resaltaba: El Cayo de los Pájaros. A primera vista no se trata de un cayo distinto a los demás, pero al acercarnos quedó evidente el por qué de su nombre. Miles de tijeretas, charranes, pelícanos y otras aves revolotean sin descanso este cayo.

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Posteriormente tocó el turno de visitar las cuevas que hay en la zona. Los taínos que poblaban nuestra isla tenían en Los Haitises una de sus mejores galerías para petroglifos y se cuenta que gustaban de habitar las cuevas de manera habitual. Desde niño siempre he pensado que los taínos quisqueyanos eran verdaderamente las personas más felices del mundo, y me basta imaginarme lo placentero que sería vivir rodeado de tal paraíso para envidiarlos.

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Nuestro recorrido incluyó las visitas a dos de las principales cuevas del Parque, la de la Reina y la de la Línea, ambas cautivadoras y llenas de un silencio reverente que no quise interrumpir.

Probablemente el lugar en que más fotografía hicimos fue alrededor de los pilotes del muelle que queda cerca de una de las cuevas. Allí se congregan decenas de charranes y pelícanos que, acostumbrados al ojo humano, posaron de buena gana mientras rodeábamos varias veces su posada. Los pelícanos, tres veces más grandes que los charranes, nos divertían cuando se mudaban de poste sacando del mismo a los pobres charranes que allí estaban. Todo un espectáculo de opulencia natural.

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Nuestro periplo por el paraíso llegaba a su final y enfilamos a toda velocidad hasta el Cayo Levantado, en donde almorzamos y descansamos hasta que fue la hora de desandar los kilómetros que nos traerían nuevamente a nuestra rutina de cemento y tapones. Me queda pendiente el compromiso de regresar acompañado de mi pequeña Vielka, a disfrutar un espectáculo inmenso que tenemos y que casi desconocemos. Los Haitises, por encima de todas las cosas, merece nuestro respeto y nuestra decidida defensa, y probablemente sólo cuando lo conozcamos todos, podremos valorarlo en su justa importancia y será así que lograremos preservarlo de daños y perjuicios.

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2 Comments Una apuesta que suma a la sociedad: @RevistaRDVerde

  1. Elen

    Hermoso, ya me animo a ir….. Sino has visitado el Pico Duarte te exhorto a ti y a todo el que lea este post que lo haga, es una experiencia inigualable y claro sin dejar de bajar al Valle del Tetero… nuestro país está lleno de hermoso lugares llenos de encanto y esplendor natural que tal como apuntas mejor lo conocen muchos extranjeros que nosotros mismos por falta de disposición. Como siempre excelente limonada.

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