Hippopotomonstrosesquippedaliofobia

Hay millones de cosas que no entiendo. Millones de cosas con las que no estoy de acuerdo. Y sin embargo, sigo vivo, conduciendo mi vida en el mágico equilibrio que es como el filo del saber y el ignorar, pasando de las luces de la aprobación a las tinieblas del rechazo con tanta naturalidad que cualquiera se convencería de que soy acróbata consumado del Circo de los Hermanos Suárez.

Soy un ignorante. No tengo la más mínima idea de cómo reparar la cebolla de mi auto. A lo más que llego es a enojarme con Griselda porque yo odio la cebolla y ella tiene en su interior una permanentemente. ¡Qué asco!

Soy un ignorante. No podría hacer nada si me empieza a doler intensamente un costado del abdomen y siento que se me va el alma en dolor. Sólo podría hacer lo que puedo hacer: sentarme a esperar que pase el malestar y quizás buscar un médico.

Soy un ignorante. No puedo predecir el 99% de las reacciones de una mujer, a menos que ya sea demasiado tarde para reaccionar adecuadamente. He aprendido, eso sí, a estar atento a las señales y a tener siempre a mano un “refugio nuclear” donde pudiera guarecerme en caso de que algo salga mal.

Así como estos, hay cientos de miles de ejemplos que ilustran mi ignorancia con reveladora frialdad. Ignoro tantas cosas que es muchísimo más fácil contar mis sapiencias que mis carencias intelectuales. Pero al menos sé que no sé, y trato de comportarme prudentemente informado al mismo tiempo que inquisitivamente curioso para aprender algo nuevo cada vez que el Sol sale por San Pedro.

Así he vivido 37 –casi 38– años de mi vida. Dando saltos entre la cálida sapiencia y la sobrecogedora ignorancia. Así he llegado de ser un poco sabio. Un poquito nomás.

Y por eso sé cosas que nadie más sabe. Oh, espera… no debo sonar tan pretensioso: Al menos, sé cosas que casi nadie más sabe.

Por eso sé que en Las Terrenas hay una cueva secreta en la Ensenada, recorriendo el borde rocoso, y en 1985 dejé oculto allá un pequeño cofre con alhajas de vidrio y plástico duro, que a mí me parecían joyas de la realeza británica. Y dejé en el cofre una nota en papel plastificado, que decía “Si encuentras esto, llámame al 562-9273” que era el teléfono de mi casa.

Por eso sé que hay 21 kilómetros desde Las Terrenas hasta la Playa El Limón, ya que recorrí ese trayecto a pie –ida y vuelta– un sábado que salí a las 5.30 de la mañana con una cantimplora llena de 7Up, una funda llena de panes, jamón y queso y mi navaja suiza Victorinox. Regresé a casa pasadas las 8 de la noche, exhausto pero con la más grande de las satisfacciones.

Por eso sé que en el camino peatonal que comunica la calle Banique con la Avenida Anacaona en Los Cacicazgos, bajando la pequeña colina, detrás de unos arbustos que aún se encuentran allí, enterré a Diana el 9 de agosto de 1989. ¿O era el 9 de septiembre de 1988? Bueno, yo sé que habían dos ochos y tres nueves en la fecha en que la enterré.

Y usted que me lee, también es un ignorante de su propio terreno desconocido, como en Age of Empires, y deberá ir caminando a su ritmo para conocer y dejar de ignorar. Pero ya usted sabe tres cosas de mí que no sabía antes. Ya es menos ignorante que antes. Lo felicito.

Y para que se aplauda un poco más, sepa además que:

1. Griselda es mi auto.
2. Me extirparon el apéndice en 1998, así que si me doliera el abdomen, no sería por esa causa.
3. El mayor de los encantos de la mujer es ser impredecible. Lo malo es que muchas no lo saben, y se esfuerzan en pretender que nosotros las podamos entender.
4. Nadie me llamó nunca por causa del cofre en la cueva secreta. Quizás nadie lo ha encontrado aún. Vaya, pero de todas maneras, ya ese teléfono no está en servicio… de forma que jamás sabré si alguien encontró el cofre, leyó el mensaje y quiso contactarme, o simplemente el cofre terminó desmenuzado por las bravías aguas de una marea alta.
5. Cuando se me terminó el pan y el 7Up tuve que marotear. Y descubrí que las naranjas agrias son muy dulces a las 4 de la tarde a más de 15 kilómetros de tu casa y estás en un camino desolado.
6. Diana, mi adorable perra dálmata, murió sin dejar hijos, ya que se los comía cuando nacían.

¿Ve? ¡Ya sabe seis cosas nuevas más! Y para que vea que soy súper dadivoso le diré que la Hippopotomonstrosesquippedaliofobia es el miedo a las palabras largas.

¡Qué útil es tener un blog! ¡Me siento como un benefactor!

4 Comments Hippopotomonstrosesquippedaliofobia

  1. Mariposshita

    Jajajaj tiguerito más inquieto esté!!!!

    Todos somos ignorantes de algo en la vida. Por más cultos y inteligente que seamos, seguimos siendo ignorantes de algo. @:P

    Reply
  2. Anny

    Coño Darío.. ahora me siento bruta!! //autogolpe
    jejej

    La verdad que me has puesto a pensar muchas cosas.. y a darme cuenta de que pasamos por la vida creyendo saber mucho sin embargo no sabemos nada. Lametamblemente como dice mariposhita.. seguiremos sin saber nada.

    Abrazos!

    Reply
  3. Marielle

    Tu sabes que me encanta tu blog. Asi que mas o menos conmigo ejerces tu funcion de benefactor. Sigue escribiendo.

    Reply
  4. El Pequeño

    El mayor de los encantos de la mujer es ser impredecible. Lo malo es que muchas no lo saben, y se esfuerzan en pretender que nosotros las podamos entender.

    Nada mas cierto que esto!!!

    Reply

Deja un limón acá